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La lectura, la meta hacia una profesión guiada por las desgracias

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“Nunca me ha gustado leer”, o esa era siempre la frase que tenía en la boca cuando era más pequeño, pero la realidad es que, sin saberlo, la lectura me ha llevado a seguir el camino que he tomado en mi vida. Y es que aquellas noches donde ni siquiera tenía que leer y era mi madre la que lo hacía en cada una de ellas, eran lo mejor del día, ¡eso sí que era vida!. La emoción y el empeño que ponía la mujer en cada una de las frases, la interpretación y la capacidad de hacerme viajar a los mundos que los cuentos me llevaban, me hizo recordar con anhelo las historias que ella me leía. 

Microcuento de dilemas

Son muchos los libros y cuentos que están desde hace más de quince años cogiendo polvo en la estantería y presentes en mi cabeza. En especial, uno titulado ‘Los cuentos de Maricastaña’, una señora mayor (que no era mi madre) que desprendía ternura, contaba las calamidades y dramas que vivían los personajes. ¡ay!, pobre gallo Kiriko que iba a la boda del tío Perico con una mancha en el pico. Con solo escribir esta frase, me lleva a recordar la sensación que me provocaba el no poder hacer nada ante sus dilemas y no poder compartirlos con nadie, solo con mi madre. En esta etapa comenzó todo… Ese conjunto de microcuentos recogido en una tapa grande y dura me hacía replantearme cosas y el pensar cómo alguien podía tener tan mala suerte, ya ves tú. 

En la adolescencia la vida se complicaba y la lectura también

En mis tiempos de adolescente, específicamente con quince años, la vida se complicaba y la lectura también. Con una mente más madura y a la vez rebelde, en el colegio me mandaron leer ‘La Aventura de Said’, un libro que trataba sobre un joven inmigrante que comenzaba una vida nueva en Barcelona tras huir de su país. Pero, ¿qué tendrá que ver esto con Maricastaña? La respuesta es sencilla, y es que nuevamente me contraba ante un libro que contaba las desgracias de alguien, en este caso del pobre joven y los problemas que conllevaba el vivir de forma ilegal y en situaciones de racismo. Nuevamente, esa sensación de poder denunciar las injusticias humanas despertó en mí, pero con una diferencia de cuando era pequeño, con quince años mi corazón ya estaba centrado en el periodismo. 

‘El Mundo de Ayer’ en mi mundo de hoy

Una vez empezada la carrera que, en principio marcará el resto de mi vida, uno de los profesores que forman el claustro en el primer curso, mandó leer, a lección del alumno, un libro. De los disponibles, yo escogí uno titulado ‘El Mundo de Ayer’, ya que sonaba curioso el breve resumen que el profesor hizo del libro. Otra vez más, me topé con una obra que trataba las injusticias humanas, en concreto la II Guerra Mundial y el Imperio Nazi. Stefan Zweig, su autor, cuenta de forma biográfica cómo era su vida antes, durante y después de la gran guerra. Lo que más me sorprendió fue el poder contemplar cómo la vida te puede cambiar de forma sorprendente (obviamente aún no sabíamos de la existencia de la COVID-19), y es que Zweig recuerda cómo pasó de una sociedad austriaca feliz y tranquila a una deteriorada por la guerra.

En este sentido, creo que la razón por la cual he escogido una profesión que me permita denunciar injusticias sociales y dar voz a aquellos que no la tienen, ha sido debido a la lectura. Y es que, sin saberlo, pequeñas elecciones y pequeños aprendizajes en la vida que se han ido amoldando a mi mentalidad y madurez, haya sido la razón por la cual esté escribiendo este artículo ahora mismo. Jamás pensé que un gallo, Saíd o Zweig tuviesen algo en común, a parte de sus tragedias, guiarme en la vida.

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